El autorretrato es un ejercicio de observación y análisis complejo, implica cristalizar en la materia no sólo los aspectos físicos de una imagen reflejada, sino sustancialmente, el conferirle aspectos subjetivos relativos al mundo sicológico y a la memoria del artista.
Enfrentarse a sí mismo como objeto de estudio, considerando las características de la anatomía y el reconocimiento de la particularidad, genera una toma de conciencia de que la percepción de uno mismo está en constante cambio. Existe una imagen propia, construida a través del tiempo de manera espontánea, que se irá desarmando a través del proceso de introspección, para construir una nueva imagen producto de la observación y la comprensión de nuestra complejidad, así como de la elección del lenguaje de representación escultórico.
En esta complejidad está presente la posibilidad de establecer varias lecturas sobre la construcción de la imagen que nos representa. Llegar a descubrirnos y descubrir quiénes somos, cómo nos miramos y cómo nos miran nos ayuda a alcanzar la proporción entre la complejidad de lo que somos y el cuerpo que habitamos.
